Tuesday, September 11, 2012

La herencia de Albino Luciani en el centenario de su nacimiento


El 26 de agosto era elegido Papa
El verano de 1978 no fue un verano cualquiera para la Iglesia católica. El 6 de agosto, después de quince años de pontificado, falleció Pablo VI. El 26 de agosto, después de un rapidísimo cónclave —dos días y cuatro votaciones— fueelegido Papa el patriarca de Venecia, que tomó el nombre de Juan Pablo I: Albino Luciani, «el Papa de la sonrisa», «el Papa humilde», «el Papa catequista», «el Papa párroco del mundo», «la sonrisa de Dios». El 17 de octubre de 1978 habría cumplido 66 años, pero aquel cumpleaños  no lo celebró. Su pontificado duró sólo 33 días. Al alba del 28 de septiembre, el nuevo Pontífice fue encontrado exánime en su dormitorio.
Queremos recordarlo con ocasión de su elección a la sede pontificia. Al día siguiente de su elección, en la Capilla Sixtina, delante del altar bajo “el Juicio” de Miguel Ángel, «el humilde y último siervo de los siervos de Dios» lanzó el primer y único mensaje en mundovisión: el discurso urbi et orbi. Teniendo aún «el alma agobiada por el pensamiento del tremendo ministerio» de sacerdote, maestro y pastor, pero a la vez seguro de la «presencia confortante y dominante del Hijo de Dios» en la Iglesia, «teniendo su mano en la de Cristo» y «apoyándose en él», «autor de la salvación y principio de unidad y de paz», amablemente se dirigió a todos los hombres, viendo en ellos «únicamente» a amigos y hermanos «sedientos de vida y de amor».
Su discurso se articuló en seis puntos programáticos, presentados con una palabra cargada de fuerza e inusual en el lenguaje de un Papa: «Queremos».
Salta a la vista una programación de ideas originales: fe y cultura encuentran una feliz síntesis.
Es un inicio con la tinta solemne y al mismo tiempo afectuosa, que parece nacer de las delicadas intermitencias de su corazón. Poco después, en la galería central de San Pedro, frente a la espectacular plaza ideada por Bernini, con voz conmovida y maravillada y una sonrisa de niño, comentó como ningún otro Papa su propia elección. Dejando de lado el «nosotros» mayestático, anuló las distancias y arreglándose un mechón sobre la frente enterró el uso de la tiara sobre la cabeza. Su estilo de ser Papa, humilde, sencillo, creativo y directo, enseguida entusiasmó a la multitud en la plaza oval e hizo estallar las voces de afecto incluso en los edificios vaticanos.
En toda su opera omnia se encuentra un carácter tenso y a veces dramático, porque concentra sus esfuerzos en encontrar los puntos de enganche con la cultura de su tiempo y en dejarse guiar e iluminar por las fuentes auténticas de la vida del espíritu: la Sagrada Escritura y el dogma, los ricos filones de la tradición espiritual de la Iglesia, algunos modelos y puntos de referencia, como Gregorio Magno, Carlos Borromeo (de quien tomó el lema episcopal:Humilitas), Francisco de Sales, Alfonso María de Ligorio, pero también Antonio Rosmini con su concepto de «caritas intelectual», Jacques Maritain y Pablo VI y, sobre todo, por el Vaticano II. Deja en todo una huella propia, gracias a un estilo rápido y vivaz y a un fácil don de comunicación que se funda sobre todo en el coloquio sencillo, sobrio y modesto, descarnado y esencial, aprendido en familia y enriquecido con episodios e imágenes, con maneras sencillas  y con el franco reconocimiento de los límites humanos que marcan también a su persona.
 En el recuerdo de su elección, las dos páginas a él dedicadas proponen también su “carta a Jesús” insertada en el epistolario publicado cuando era patriarca de Venecia, el recuerdo —del libro de Marco Roncalli Giovanni Paolo I Albino Luciani (Ediciones San Paolo)— de cómo el cardenal Luciani vio los días que precedieron al cónclave, y extractos del editorial escrito por el entonces director de «L'Osservatore Romano», Valerio Volpini, para la edición especial del 26 de agosto de 1978.

Vincenzo Bertolone, arzobispo metropolitano de Catanzaro-Squillace
L'Osservatore Romano, 26 de agosto de 2012

Wednesday, September 5, 2012

La herencia del Papa Luciani en el signo de la esperanza

Después de su elección, el 26 de agosto de 1978, hay treinta y tres días de Pontificado que impresionaron y conmovieron al mundo y que el mundo no ha olvidado: es grande y viva la herencia de Juan Pablo I, un Papa capaz de suscitar —a pesar de un Pontificado muy breve—la esperanza que él definía «la sonrisa de la vida cristiana».

Una herencia que va emergiendo en toda su actualidad en las celebraciones anunciadas para recordar el centenario de su nacimiento, ocurrido en el mediodía del 17 de octubre de 1912 en Forno di Canale, hoy Canale d’Agordo, en el Bellunese.

Precisamente en estos días las calles de Canale d’Agordo están llenas de escultores de todas las partes del mundo que están realizando sus obras teniendo como hilo conductor las palabras de Luciani en su primera visita como obispo a Canale d’Agordo, el 6 de enero de 1959: «Yo soy el pequeño de otro tiempo».

El domingo 26 de agosto se conmemorarán los treinta y cuatro años de su elección a Pontífice y el 28 de septiembre el aniversario de su muerte. El mismo día la diócesis de Belluno-Feltre ha organizado una peregrinación para rezar delante de su tumba en las Grutas vaticanas. Luego, el 13 de octubre se llevará a cabo un importante encuentro en Nueva York y el 17 de octubre, día de su nacimiento, se inaugurará el nuevo museo y el centro de estudios dedicados a él.

Albino Luciani inédito


ROMA, jueves 23 agosto 2012 (ZENIT.org) -. A pocos días del 34 aniversario de la elección del papa Juan Pablo I (26 de agosto), ofrecemos a nuestros lectores la entrevista hecha por nuestro colaborador Renzo Allegri a Marco Roncalli, autor de la primera biografía completa y crítica del “Papa de la sonrisa”, publicada con motivo del primer centenario de su nacimiento (17 de octubre).



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Por Renzo Allegri*

Albino Luciani pertenecía a una familia pobre de Canale d’Agordo, en la provincia de Belluno, al pie de la cadena montañosa de los Dolomitas en Italia. Desde que era un niño, e incluso como sacerdote y como obispo, siempre fue una persona tímida y reservada. Nadie podría haber imaginado que a los 66 años se convertiría en papa. Un papa que tuvo un destino desconcertante: permanecer en el trono de San Pedro solo por 33 días, al morir de improviso.

A Marco Roncalli le pedimos que nos hablara sobre el papa Luciani y, especialmente, que nos compartiese sobre las cosas nuevas e inéditas que encontró en estos cinco años de investigación. "Cuando empecé a trabajar en este proyecto", dice Roncalli, "me encontré frente a un evento único: un papa que reinó solo 33 días, un tiempo muy corto para haber sido capaz de hacer cosas importantes, pero que había dejado en los creyentes una fascinación extraordinaria. Su actividad como pontífice no justificaba aquel encanto, por lo tanto, era necesario buscar la causa en otro lugar: en la vida de Albino Luciani antes de la elección como pontífice…

¿Qué se sabe de Albino Luciani como niño?

--Marco Roncalli: Desde niño tuvo que enfrentarse a situaciones difíciles de la vida, que dejaron profundas cicatrices en el alma. Se crió prácticamente sin un padre. Ya en 1913, cuando Albino tenía un año de edad, su padre estaba en Argentina. Volvió por la guerra de 1915-1918, y luego se marchó. Fue su madre la que hizo crecer y educó al niño, transmitiéndole los valores cristianos. "Mi madre fue mi primera maestra de catecismo", recordaba Luciani. Los años de la guerra fueron particularmente difíciles en esa zona del Véneto. Su hermano Eduardo, recuerda: "Había sólo hierba y las raíces de las plantas para hervir... De vez en cuando un pedazo de pan hecho de salvado y del aserrín de los árboles".

¿Qué tipo de escuela había seguido?

--Marco Roncalli: La elemental de su país natal, y luego entró en el seminario. Le encantaba leer y el párroco y los demás sacerdotes le ayudaban prestándole libros. Se conserva una oración que escribió en el cuarto grado, y es relevante porque revela su estilo claro y concreto, que lo caracterizará después como adulto: "Señor, tú que lo sabes todo y que todo los puedes, ayúdame a vivir. Yo soy aún un niño, no tengo estudios, soy pobre, pero quiero conocerte. Ahora no sé verdaderamente quién eres y no sé si te quiero, me gusta el Padre Nuestro, me gusta mucho el Ave María, oro por los difuntos y por mis seres queridos. Ayúdame a entender. Soy tu Albino. Amén".

¿Cuándo decidió ser sacerdote?

--Marco Roncalli: A los 11 años entró en el seminario de Feltre. Como obispo escribirá: "Cuando nos llamamos entre nosotros, los hombres, la llamada es muy clara... Cuando Dios llama, es diferente; no hay nada escrito, ni fuerte ni evidente: una voz baja, un susurro, un "pianísimo" que toca el alma".

En la práctica, vivió siempre lejos del mundo real

--Marco Roncalli: Pero siempre atento a lo que sucedía en el mundo real. Albino Luciani era una esponja.Escuchaba, pensaba, elaboraba. Y sobre todo leía. No solo libros de carácter religioso, sino sobre todo libros de literatura, que no siempre estaban disponibles en el seminario y que tampoco eran bien vistos. A través de los años, especialmente en la escuela secundaria, leyó libros de Molière, Verne, Twain, Dickens, Dovstoievskij, Tolstoi, Camus, Péguy, Pascal, Erasmo, Chesterton, Goethe, Petrarca, Papini, Freud, Darwin, Nietzsche, Marx, Lenin, y así sucesivamente.

¿Y después del seminario?

--Marco Roncalli: Fue ordenado sacerdote a los 23 años. Durante dos años trabajó como asistente del párroco en la parroquia, desarrollando "aquel apostolado sencillo entre la gente que me gustaba mucho". Y luego volvió otra vez al seminario, como profesor y como vicerrector. Diez años más de seminario, desde 1937 hasta 1947. Fueron los años de la Segunda Guerra Mundial. Años difíciles, dramáticos, especialmente para Italia. Consiguió, en aquellos años, obtener un título ‘summa cum laude’, en teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Pero sobre todo, estudiaba los acontecimientos que sucedían en el mundo, la vida de los hombres que estaban fuera del seminario, para los que estaba preparando a los guías espirituales del futuro.

Y después obispo...

--Marco Roncalli: La estima de sus superiores era grande y fue nombrado provicario de la diócesis, después vicario general y, en el 1958, obispo de Vittorio Veneto. Tomó como lema de su escudo episcopal la palabraHumilitas, explicando: "Yo soy el simple y pobre polvo; sobre este polvo el Señor ha escrito la dignidad episcopal de la ilustre diócesis de Vittorio Veneto". Nunca tuvo una gran consideración por sí mismo. Escribió: "Algunos obispos se parecen a las águilas, que vuelan con documentos magisteriales a alto nivel; yo pertenezco a la categoría de esas pobres avecillas, que en la última rama del árbol eclesial, trinan."

En 1962 se inició el Concilio Vaticano II. Luciani era ya obispo, ¿cómo lo vivió?

--Marco Roncalli: Con gran entusiasmo. No sabemos de su intervención directa, pero siempre estuvo presente en todas las sesiones y miraba aquel evento con asombro. Se refería a él con un lenguaje deportivo, comparándolo con un "partido extraordinario" donde juegan "más de dos mil obispos" y "el árbitro es el papa". De sus escritos se lee: "El Concilio me ha obligado a volverme un estudiante de nuevo y a convertirme también mentalmente." Después del Concilio, su pastoral tuvo una oleada de iniciativas nuevas, fuertes, que muchos juzgaron, incluso, como revolucionarias.

¿Por qué?

--Marco Roncalli: Luciani resultó ser un verdadero pastor, que se niega a ser encasillado en los estereotipos habituales de "conservador" o "progresista". Sin embargo, era firme en cuanto a la doctrina y los principios, pero lleno de compasión por la fragilidad humana, cercano a los problemas reales de las familias. Incluso entonces estaba creciendo en nuestro país la presencia de los inmigrantes que pertenecían a distintas religiones. Y él miraba con el corazón de un padre, incluso a esas personas. Escribió así: "Algún obispo se ha asustado: hay cuatro mil musulmanes en Roma, ¿tienen el derecho a construir una mezquita? No hay nada que decir: hay que dejar que lo hagan". Comprensivo, disponible, abierto, pero también inamovible en cuanto al rigor doctrinal y la disciplina. Siempre reiteró sobre la incompatibilidad entre el cristianismo y el marxismo. Ha condenado los abusos de los que amenazaban con convertir el Concilio en un "arma para desobedecer, una excusa para legitimar todas las ‘extravagancias’ que pasan por la cabeza."

(Trad.: JAVV)

* Renzo Allegri es un periodista italiano, escritor y crítico de música. Estudió periodismo en la Escuela Superior de Ciencias Sociales de la Universidad Católica. Ha publicado 53 libros hasta el momento, todos de éxito. Algunos de los cuales han sido publicados en francés, alemán, italiano, japonés, español, portugués, rumano, eslovaco, polaco, chino y ruso. Entre estos, fue un éxito extraordinario el título "El Papa de Fátima", de la editorial Mondadori. 




Las palabras de Luciani sobre Lefebvre

08/29/2012


El Papa Luciani
EL PAPA LUCIANI

En la reciente biografía del Papa Luciani (ediciones San Paolo) que escribió Marco Roncalli, se reconstruye la reflexión del futuro Papa sobre los lefebvrianos


ANDREA TORNIELLI
ROMA

El Papa Luciani también consideraba muy importante la reconciliación con el arzobispo tradicionalista Marcel Lefebvre. Lo reveló al director de Tv2000, Dino Boffo, el secretario de Juan Pablo I, don Diego Lorenzi, durante una entrevista para conmemorar el centenario del nacimiento del “Papa de la sonrisa”. “El problema de Lefebvre –dijo Lorenzi–, y que todavía está a la orden del día, se encontraba en los pensamientos y en las preocupaciones de Juan Pablo I”. El secretario del Pontífice cuenta que, al referirse al caso de Lefebvre, Juan Pablo I le decía: “La túnica intonsa de la Igesia católica tiene un rasguño”. Lorenzi concluye recordando cómo el entonces Pontífice añoraba que se remendara y se arreglara lo antes posible. “Era muy importante para él la unidad del rebaño, la unidad de la Iglesia, mucho más que otras cosas de las que se interesaba la prensa”.

En la reciente biografía del Papa Luciani (ediciones San Paolo) que escribió Marco Roncalli, se reconstruye la reflexión del futuro Papa sobre los lefebvrianos. Una preocupación que nació antes de su elección y que había vivido años antes como una situación de emergencia desde el periodo veneciano. A partir, por ejemplo, de la homilía del 16 de agosto de 1976, cuando el Patriarca Luciani citó antiguas discordias dentro de la Iglesia para llegar a las nuevas que afectaban a Pablo VI con los casos de Lefebvre y Franzoni. Pocos días antes, el 22 de julio, Pablo VI había suspendido “a divinis “ al obispo tradicionalista.

En su homilía, Luciani dijo sobre ambos casos: “Hermanos míos, he sido amigo fraterno de Franzoni, a quien le hablo de tú; he escuchado muchas veces a Lefebvre exponer en Concilio. Estoy seguro de que hace algunos años ambos aceptaban plenamente las siguientes palabras del Concilio: «El Romano Pontífice, por el poder de su oficio, es decir de vicario de Cristo y pastor de toda la Iglesia, tiene sobre ella una potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer libremente». ¿Cómo es posible que tanto Franzoni como Lefebvre rechacen ahora expresamente estas palabras? Para mí es un drama sin explicación. O, tal vez –continuaba la homilía– la explicación es la conclusión misma, que Paul Bourget dio a nu novela Le démon du midi: «Hay que vivir como se piensa, de lo contrario se termina por pensar como se vive»... El peligro puede existir también para nosotros... El Señor, en cambio, quiere que se obedezca a la jerarquía”. Palabras completamente actuales hoy en día.

Vatican Insider - http://vaticaninsider.lastampa.it/es/homepage/blog-sacri-palazzi-es/dettagliospain/articolo/luciani-lefebvrianos-17727/