Thursday, October 4, 2012

El Vaticano II según Albino Luciani

08/06/2012 

El Papa Albino Luciani
EL PAPA ALBINO LUCIANI

Continuidad o ruptura; el sentido de la libertad religiosa. El que habría sido Juan Pablo I vivió así el Concilio

ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO

Las celebraciones por el 50 aniversario de la apertura del Concilio ecuménico Vaticano II, previstas para el próximo octubre, caen en un momento en el que la interpretación de los textos conciliares es un tema de vital importancia para la Iglesia, después del célebre discurso del Papa Ratzinger (diciembre de 2005) sobre la correcta hermenéutica y la presencia del disenso tanto en el frente progresista como en el tradicionalista.
El 11 de octubre de 1962, durante la ceremonia de apertura, había un joven prelado, consagrado obispo de Vittorio Veneto por Juan XXIII en persona cuatro años antes. Se trataba de Albiano Luciani, y habría sido el primer Papa que vivió como obispo el Concilio y también el primero que lo aplicó en sus diócesis. Es interesante notar (como hizo hace poco Marco Roncalli en su reciente y generosa biografía de Luciani) qué era lo que el entonces obispo de Vittorio Veneto deseaba del Concilio, tal y como escribió en un texto para la fase preparatoria enviado a Roma. Luciani, en su voto, deseaba que el futuro Concilio pusiera en evidencia el «optimismo cristiano» que yace en la enseñanza de Cristo, en contra del pesimismo difundido de la cultura relativista y denunciando una ignorancia sustancial de las «cuestiones elementales de la fe».

El futuro Papa no había manifestado un interés particular por los temas «técnicos» relacionados con las nuevas formas de consulta colegial de los episcopados. En cambio, consideraba la necesidad de volver a anunciar las «cosas de la fe», indicando ya desde entonces la crisis en la transmisión de sus contenidos, signo de la secularización.

En cuanto a la interpretación global del Concilio, monseñor Luciani seguía una línea que corresponde absolutamente con la hermenéutica de la reforma en la continuidad que propuso Benedicto XVI como la mejor clave para interpretar el Vaticano II. «A la Iglesia católica –escribía el obispo de Vittorio Veneto–, la fisionomía y las estructuras han sido fijadas, para siempre, por el Señor y no se pueden tocar. Si acaso, se pueden tocar las superestructuras: lo que, no Cristo, sino los Papas o los Concilios o los fieles mismos han introducido se puede quitar o cambiar hoy o mañana. Introdujeron ayer un cierto número de diócesis, un cierto sistema para dirigir las misiones, para preparar a los sacerdotes, han usado un cierto tipo de cultura. Se puede cambiar y se podría decir: “La Iglesia que sale del Concilio todavía es la de ayer, pero renovada”. En cambio, no se podrá decir nunca: “Tenemos una Iglesia nueva, diferente de la de ayer”».

También es interesante indicar la forma en la que Luciani vivió el largo proceso que llevó a la promulgación de la declaración conciliar sobre la libertad religiosa “Dignitatis humanae”. «Todos estamos de acuerdo en que hay una sola verdadera religión, y quien la conoce está obligado a practicarla y basta. Pero, dicho esto, también hay otras cosas que son justas y hay que decirlas. Es decir, los que no están convencidos del catolicismo tienen el derecho de profesar su religión por muchos motivos. El derecho natural dice que cada uno tiene el derecho de buscar la verdad. Ahora bien, la verdad, especialmente religiosa, no se puede buscar encerrándose en una habitación y leyendo algún libro».

«La elección de la religión debe ser libre –explicaba Luciani–; entre más sea libre y convencida, más se sentira honrado quien la abraza. Estos son los derechos, los derechos naturales. Ahora, no hay ningún derecho al cual no corresponda también un deber. Los no católicos tienen el derecho de profesar su religión, y yo tengo el deber de respetar su derecho; yo privado, yo sacerdote, yo obispo, yo estado».

Concluía el obispo de Vittorio Veneto: «Algunos obispos se han espantado: pero entonces vienen los budistas y hacen su propaganda en Roma, vienen a convertir Italia. O bien, hay cuatro mil musulmanes en Roma: tienen derecho de construirse una mezquita. No hay nada qué decir: hay que dejarles hacer. Si queréis que vuestros hijos no se hagan budistas o musulmanes, debéis hacer mejor el catecismo, hacer que vivan verdaderamente convencidos de su religión católica».

«Debéis hacer mejor el catecismo», es decir anunciar de nuevo la fe cristiana sin dar nada por descontado. Una perspectiva que Benedicto XVI tiene muy presente y que ha indicado como una de las prioridades del Año de la Fe.

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